Cloris exhalaba flores al respirar, imagen poética que Ovidio nos legó y Botticelli recogió para representar a la ninfa en el instante de ser raptada por Céfiro, y que Nani Serrano recupera planteando un acertijo visual. Del referente iconográfico sólo le interesa esa mutación sensual del aliento en flor, mientras que en el refinamiento formal de sus rasgos adivinamos otra fuente de inspiración, la Maria Magdalena de Bronzino. El rostro de Cloris se modela articulando valores cromáticos de efectos nacarados, emulando la delicadeza cortesana y el minucioso trabajo de orfebre con el que el pintor manierista dotaba a sus figuras.

Anna Adell

El tinnitus, fenómeno perceptivo que consiste en “escuchar” ruidos inexistentes, que el propio cuerpo fabrica, es el punto de arranque con el que Nani Serrano asocia dos universos dispares: los estilizados grotescos de Beardsley y la pintura cortesana de Bronzino. Partiendo de una figura secundaria de la deposición del pintor manierista, cuya mirada se dirige fuera del cuadro como si escuchara voces ultraterrenas, Nani la funde con la expresión desorbitada de aquel personaje al que Beardsley hacía salir de sus oídos genios malignos. El resultado es un rostro de sensualidad mórbida, a la manera bronziniana, pero transformando el comedido ademán, la mesura clásica, en desmesura inspirada en las caricaturas del satírico dibujante.

Anna Adell

Nani Serrano recupera aquí uno de los personajes bíblicos más ambiguos, María Magdalena, inspirándose en la interpretación de su conversión por el pintor Bernardino Luini, maestro en la representación del misterio femenino. Esa captación del poso de inaccesibilidad que empaña toda expresión es lo que Nani rescata mediante la descontextualización, la eliminación de todo elemento narrativo y el gesto de complicidad que nos exige ese rostro, invitándonos a guardar silencio.

Anna Adell